No paso desapercibido, ¡y cómo hacerlo! Todos y todas los que vibramos con alguna de las canciones de una de las bandas más poderosas del rocanrol no quedamos indiferentes aquel 8 de septiembre ante el misterioso anuncio de Led Zeppelin a través de su cuenta en Facebook. La publicación de una imagen con la palabra ‘FIVE’ -usando la tipografía de su quinto disco House Of The Holy- encendió las alarmas y todo el mundo empezó a especular acerca de su posible significado. La mayoría de los fanáticos coincidían en la versión que hacía relación con el quinto aniversario de la última reunión de la banda, realizada en el O2 Arena, durante el homenaje al co-fundador de su emblemático sello Atlantic Records, Ahmet Ertegun.
Pronto sabríamos que era una cuenta regresiva, y que las presunciones estaban en lo correcto. El gran anuncio de los ingleses era el lanzamiento del CD/DVD de dicho reencuentro en Londres. Las fantasías de algunos que esperaban el anuncio de una nueva reunión se desplomaban, pero había una estela de optimismo, una sensación similar a la que se palpitó en ese regreso que se vivió el 10 de diciembre del 2007.
En definitiva, el anunció llegó a un punto más alto: Celebration Day, nombre el cual eligieron para este material, también sería llevado al cine, con funciones acotadas para este rincón del planeta.
Así llegamos al pasado 8 de noviembre, donde tuve la cita con la pantalla grande, y un Zeppelin que, como se sabe, no cuenta con una de sus piezas fundamentales: el demoledor John Bonham, fallecido en 1980. En su lugar, nada menos que su hijo Jason, el que compartió escenario en vivo, por segunda vez en la historia, con los ya octogenarios John Paul Jones, Robert Plant y Jimmy Page.
Afiche cine en BA |
Durante todo el registro, la banda siempre permanece acoplada, cerca los unos a los otros, cómplices de ese momento mágico donde se mostraba, de vez en vez y con mucha sutileza, a una audiencia excitada y emocionada hasta las lágrimas; en la banda se percibía un deseo profundo de no querer separarse, de estar juntos. Sabemos que eso no ocurrió, ni ocurrirá (hoy por hoy se conocen las tibias respuestas cuando les preguntan de una posible reunión).
Al margen quedaba lo que pasaba en el plano real y presente: el limitado oficio del proyectista, que luego de varios minutos (y bastantes reclamos) arregló el foco de la imagen. La verdad, importaba poco, la emoción de estar viendo uno de los mejores recitales de rock de las últimas décadas menguaba todo. Más, si se suma la potencia del sonido Dolby Digital, que creo jamás sonará tan fuerte y con tanto voltaje en esa imponente sala de cine que fue testigo de la sobrecogedora función de Celebration Day.
Al margen quedaba lo que pasaba en el plano real y presente: el limitado oficio del proyectista, que luego de varios minutos (y bastantes reclamos) arregló el foco de la imagen. La verdad, importaba poco, la emoción de estar viendo uno de los mejores recitales de rock de las últimas décadas menguaba todo. Más, si se suma la potencia del sonido Dolby Digital, que creo jamás sonará tan fuerte y con tanto voltaje en esa imponente sala de cine que fue testigo de la sobrecogedora función de Celebration Day.
La potencia y despliegue del show deja la sensación de una no tan sana envidia de quienes pudieron vivir ese momento in situ, donde, sin duda, el más emocionado fue un hiperventilado Jimmy Page, quien no reparó en hacer lo que quiso, robándose la película. Estaba agitado, actuaba como si fuese un adolescente, haciendo caras, poses, miradas y gestos precisos que acompañaban a sus ya tan característicos fraseos de guitarra; todo, todo sacado del mejor manual de rocanrol.
A la izquierda de la pantalla, un más que soberbio John Paul Jones. El oficio de uno de los más activos de los tres sobrevivientes zeppelianos (no olvidar su trabajo en Them Crooked Vultures), tanto en el bajo como en los teclados, no tiene parangón. Preciso e impecable, con un sonido pulcro a pesar de los años, que se aplaude a raudales.
Page es de los tres miembros originales quien queda al debe (en comparación); es claro, no le podemos pedir todo el desplante escénico que tenía en los ’70, pero para el magno frontman que fue, personalmente, esperaba un poco más. Pero hay que reconocer que su presencia como semidios dorado al frente de esa bestia ensordecedora está intacta; y aunque su voz no lo acompañe en los gritos agudos, aún mantiene el tono de blusero experimentado.
Y Jason… la puta madre que te parió (luego de follar con Bonzo, claro); un trabajo impecable, un calco a la performance de su difunto padre que golpeaba los tambores y platillos como si el destino del mundo dependiera de ello. Una escena al final lo dice todo: una de las 16 cámaras del show detrás de la batería en la parte final de ‘Rock And Roll’ enfocando a los tres viejos miembros fundadores, viendo y asintiendo el trabajo descomunal del heredero de las baquetas históricas de un zepelín que se niega a descender.
En 124 minutos, la única sensación que queda es: “esta es la mejor banda de rock en la historia del Universo” y no queda más que rendir pleitesía. Pido disculpas por el sentimiento irracional e ilimitado que me afecta a la hora de escribir de Led Zeppelin. Seguramente, las 18.000 almas afortunadas (de un total de 20 millones que solicitaron ticket) que vivieron ese show pensaran lo mismo. De todos modos, el acierto del director Dick Carruthers hace olvidar esa decepción de haber nacido en un tiempo y espacio discorde. La factura de la película deja la sensación de haber estado ahí en el O2 Arena viviendo ese momento histórico; esa sensación de quedar perplejo y paralizado cuando comienza ‘No Quarter’, de sentirse extasiado y adrenalínico cuando suena ‘Black Dog’, de querer tener un encuentro oscuro y sexual en ‘Whole Lotta Love’, de drogarse y volar al ritmo de ‘Dazed And Confused’…
Esos son los sentimientos que deja Celebration Day. Al final, uno queda aturdido ante la energía y poder desplegados por el martillo de los dioses. Este registro es el testimonio de cómo el tiempo no afecta ni un poco a los acordes, que el buen rock es inmortal y que, con un poco de suerte, podemos celebrar y ser testigos del espíritu de un tiempo perdido pero jamás olvidado.
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