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Pintura callejera: intervención urbana rock

Johnny Cash, John Lennon, The Ramones y Joe Strummer retratados en los muros de la ciudad
“La historia se escribe en la calle
con gente de verdad”

Weichafe – El Rock Del Poncho

La frase del desaparecido grupo de rock chileno Weichafe evoca al carácter popular, callejero y más romántico del rock. Inspira esa cerveza en la cuneta, a la junta en la sala de ensayo, al guitarreo' en la playa, a la tocata en la plaza y, porqué no, a la de ese clásico rayado en la muralla, realizado con una lata de espray, haciendo alusión de que el punk no ha muerto. Ese mensaje tan habitual que se puede encontrar en la urbe, específicamente en las paredes -el gran soporte de las manifestaciones artísticas populares- da fe a la premisa descrita por el power trío, y que lleva años expresándose, retratando un hecho estético total y que atiende a lo contestatario. Un tipo de manifestación que se mantiene al margen del sistema, alejado del "doble click", que trae el mensaje subversivo y traspasa a todas las redes sociales del ciberespacio a las cuales estamos enviciados, y que es más cercano "al guerrilla radio que al ok computer".1

Este lenguaje se propuso un dialogo con la calle y la ciudad, en el espacio público, donde la ciudadanía se manifiesta (muchas veces y con más fuerza) sobre la crisis de la sociedad. Un fenómeno urbano, comunicacional y artístico. Una jerga que se escribe con rayas, con jeroglíficos o simplemente con una imagen y detrás de la cual habla un misterioso personaje. Así, se puede afirmar que detrás de los rayados, los graffitis, los stencil -el street-art en gloria y majestad- hay una cierta libertad de expresión en forma pura, porque es ahí donde se mezcla la clandestinidad, la rebelión, con los movimientos hábiles, los lenguajes sugestivos y demoniacos, que van dejando el rastro de una o más personas que quieren dejar parte de sus gustos, pasiones y/o reclamos.

Los encapuchados de Liverpool: The Beatles retratados por el artista Mr. Brainwash
Mural realizado en el Barrio Holborn, Londres.

Nuestra ciudad se convierte, de esta manera, en un gran lienzo pintado por un montón de enmascarados con distintas opiniones e intereses. Cada uno proyectando su propia idea, generando una especie de collage, muy lejos del carácter militante del muralismo político y del ególatra graffiti norteamericano. Para que entendamos el mismo lenguaje, definiremos ciudad como un lugar de encuentro e intercambio de cultura2, y pintura callejera, como un tipo -simultáneamente banal, anónimo, popular y masivo- de pintura realizada en las murallas públicas3. De este modo, cuando hay cosas que decir, esas manifestaciones se pueden expresar a través de un gesto visual, y qué mejor que ocupar la propia infraestructura urbana como medio de comunicación social y colectivo.

La pintura callejera forma parte del adn de las subculturas relativamente jóvenes, caracterizada por ser, en líneas generales, efímera y no institucional (aunque en la actualidad muchas marcas comerciales ya han visto en el stencil un importante vehículo para el campo publicitario4). Algunos sociólogos hablan de la ‘moratoria vital’5, que es un período de tiempo en la vida de las personas que las liga a partir de códigos diferenciales generacionales, donde se marca un claro consumo cultural, ligado activamente a los medios de comunicación, específicamente la música.

La clásica animación gráfica de The Wall (Pink Floyd) pintada sobre el Muro de Berlin

La relación que se establece entre la música y lo joven pasa en una medida, no insignificante, por el rock y sus variados géneros (heavy metal, punk, grunge, brit, etc.), para grandes sectores de jóvenes urbanos de clases medias y altas, pero también, para algunos jóvenes de sectores populares que se diferencian así de sus pares.
"Somos las flores de los tachos de basura” decían los Sex Pistols. Esta frase puede ser encontrada en las cercanías del Barrio Azopardo, un barrio estigmatizado por ser uno de los más peligrosos, en San Salvador de Jujuy, y también se lo puede encontrar en las paredes de las calles del Barrio Ciudad de Nieva, uno de los barrios más pudientes.6
Este texto, que ejemplifica la transversalidad de un rayado en la norteña provincia argentina de Jujuy, nos muestra la apropiación del rock desde distintos contextos y subculturas jóvenes, y que, por ejemplo en Santiago, se puede ver graficada con la conocida consigna "Punk Not Dead", que se puede encontrar y leer tanto en murallas de Providencia y Las Condes (comunas del barrio alto) como de Estación Central y Recoleta (barrios céntricos) o Puente Alto y Maipú (zonas periféricas de la capital).

Esta relación entre graffitis y rock, que si bien es cierto tiene una reducida actividad en la actualidad, marca definitivamente una comunicación urbana que desplaza a la comunicación de masas, para transformarse en un mensaje polifónico y subjetivo, pero con una fuerte carga social.

El carácter marginal, periférico y contrainstitucional de los grafitis está ligado históricamente a sus orígenes (en términos de su masificación) a la cultura hip-hop7, desde finales de los setenta y muy fuerte ya en los años ochenta y noventa. Sin embargo, de los inentendibles rayados neoyorquinos, aparece en Francia el artista Blek Le Rat para intervenir las calles parisinas en la década del ‘80, con imágenes a escala humana y de figuras populares, ocupando los conceptos utilizados por Andy Warhol en los años ’50-’60; y siendo mentor de artistas como el reconocido Banksy. Estas técnicas, más el avance tecnológico -pasar de los brochazos al envase en aerosol- darían un vuelco a la utilización de esta expresión callejera.

Antes de este contexto histórico, en Inglaterra aparece la relación entre el rock y la pintura callejera, como un subgénero secundario si se quiere: en 1967, un rayado irrumpe en una estación del metro subterráneo de Islington, Londres. El texto que se podía leer era: "Clapton Is God"8, y fue pintado por un admirador, que luego de ver una presentación de la banda The Yardbirds, decidió manifestar su opinión e "inmortalizarla" con un rayado urbano. Luego, la consigna se volvería tan popular que comenzó a replicarse en varias murallas de la capital británica.

Ya en los ’70, el movimiento punk encontraría en el grafiti y en el stencil un soporte perfecto para su actividad callejera, y así, levantar iconos y figuras subversivas, como también mensajes contrahegemónicos. Más adelante, y en menor medida, la cultura indie también adoptaría la técnica para la difusión de esta tendencia.

Estas huellas que se van escribiendo sobre la piel de la ciudad van quedando descubiertas en los horarios más inciertos, donde la ley fiscalizadora y normalizadora deja de mirar a las paredes como lugares privados y éstas mismas pasan a ser lugares públicamente sensibles, por poner un ejemplo, ya que hoy por hoy la pintura callejera es parte de nuestra cotidianidad.

En Chile, las manifestaciones del grafiti rockero se concibieron a mediados de los ‘80, cuando el nuevo movimiento musical, ya menos reprimido y censurado por la dictadura, comenzaba a generar fuerza y resistencia desde las periferias de la ciudad. Esta trinchera tenía como generalísimos a unos incendiarios sanmiguelinos: Los Prisioneros, y detrás de ellos, toda una generación de músicos que empezaron, de a poco, a manifestar el descontento y denunciar la brutalidad y horror del gobierno de Pinochet. Los Prisioneros pregonaban: “de las entrañas de nuestras ciudades surge la piel que vestirá al mundo”9. Y tenían razón. Lentamente se comienza a formar una especie de escuela clandestina que aspira a ser la canción protesta del proceso histórico que se estaba gestando y la banda sonora del período que se avecina.

Mural de Los Prisionero en el Museo de Arte Callejero, San Miguel
Realizado por Nodo Arte Público y Mono González

Por otra parte, el rock "de afuera" empezará a penetrar con todo y a todo el país desde los ’90. Se escuchará masivamente mucho rock anglo, que dejará sus huellas de manera indeleble en nuestra cultura. El espíritu contestatario y trasgresor que caracterizó al desarrollo del rock iniciada la democracia, su carácter popular, la notable influencia sobre el público juvenil, el origen callejero de algunas bandas y, en oposición a ello, la concentración de las compañías discográficas, su monopolio de la promoción y cadena de distribución; se combinaron para hacer del rayado callejero el medio más idóneo para publicitar tanto a los grupos de rock en formación, como a los nuevos ídolos foráneos. De esta forma, las paredes de la ciudad se transformaron en espacios de prensa libre, en dibujos donde se describen, muestran y simbolizan a nuestras bandas favoritas: Fiskales Ad-Hok, La Renga, Rolling Stones, La Rabona Funk, Víctor Jara, Ramones, Nirvana, John Lennon… todo vale para hacer (re)conocer que hay seguidores del rock.

“Bello barrio con b larga y a corta, en que el proyecto cultural
no ha sido culeado, ni tampoco nos borraron los murales
que anuncian la venida del afamado grupo chicano de rock Los Lobos”

Mauricio Redolés – Bello Barrio

Mural de Víctor Jara con extracto del himno a las BRP

La pintura callejera, como manifestación gráfica del rock, es justamente la clara muestra de las prácticas de la subcultura y una excelente aplicación popular de la máxima del teórico de la comunicación de los ’70 Marshall McLuhan: "el medio es el mensaje"10. Por un lado, marcan las diferencias entre grupos y estilos, y por otro, hay que leer estas intervenciones urbanas como marcas de resistencia al poder hegemónico. Estos símbolos no reconocen en forma directa las filiaciones políticas (aunque se reconoce el histórico carácter político del muralismo chileno) porque se trata de una práctica que, si bien logra saltar el cerco de la indiferencia urbana, por lo general, tiende a ocupar el espacio de la incomodidad, y sin duda, ejerce un grado de violencia contra la propiedad privada y no es improbable que algunos se sientan violentados en caso de que sea su propiedad, y entramos a otra discusión, si esto es arte o vandalismo. Si bien es cierto hay mucha obscenidad y mal gusto en las paredes en varios casos, por otro lado, hay gente atinada que los hace, quizás, porque no tiene otros medios para poder intentar hacer algo bueno por el mundo tan desastroso como está. Y el rock se transforma en esa fuerza que mezcla estética, arte y mensaje contestatario.

Entonces, si no hay plata para publicar revistas, si no hay forma de entrar a las pantallas, si no pasa nada y sigue ese eterno blanqueo que es más bien un gris corrupto cómplice del silencio, si no hay cómo, entonces el plan se reduce al uso de una lata de espray para rayar las murallas de la ciudad.

Interpretación de 'De La Cama Al Living' y portada de Clics Modernos de Charly García.
Mural de Mc Pyo en  Barrio San Nicolás, Buenos Aires


“Me voy corriendo a ver qué escriben
en la pared la tribu de mi calle”

Patricio Rey & Los Redonditos De Ricota - Vencedores Vencidos


(*) Artículo publicado originalmente el 15.09.2010


1 Se hace alusión a la canción de Rage Against The Machine y al disco de Radiohead, respectivamente, conceptualizando los términos de acción insurgente y orden establecido.
2 Jordi Borja, "Ciudadanía y espacio público". Revista Ambiente y Desarrollo, 1998
3 Patricio Rodríguez-Plaza, "Estética, política y vida cotidiana: El caso de la pintura callejera chilena". Revista Bifurcaciones, 2005.
4 Edwin Campos, Santiago Stencil. 2006
5 Mario Margullis, La juventud es más que una palabra, 2008
6 Edgardo Gutiérrez, Sobre los graffitis y las intervenciones urbanas del rock, 2006.
7 Ocupando las técnicas del tag, throw-up y piece que se dieron a conocer en la época ’71 al ’75, principalmente en los barrios marginales de EE.UU.
8 La frase hace referencia al excelso guitarrista Eric Clapton.
9 Frase de la canción 'La Voz De Los 80' (1984)
10 Marshall McLuhan & Quentin Fiore. El medio es el mensaje: un inventario de efectos. 1967

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Historias de Motocicleta: Brando y los BRMC


Los fanáticos de Black Rebel Motorcycle Club deben saber esta historia al pie de la letra. Pero, para aquellos que no lo son, o que no conocen a la banda, o de donde proviene su peculiar nombre, dejamos este registro que hace la relación entre la banda originaria de San Francisco -que por estos días lanza su nuevo disco de estudio- y una vieja película de 1953 protagonizada por el gran Marlon Brando.

movWildOneEl afiche de la película, versión DVD

The Wild One es una película dirigida por el húngaro László Benedek que cuenta la historia de Johnny Strabler, el líder de una pandilla de motociclistas que por los años 50 daban cuenta de un fenómeno beatnik  creciente en los Estados Unidos; de jóvenes rebeldes que vivían sobre las dos ruedas provocando pleitos, bebiendo (mucha) cerveza, vistiendo chaquetas de cuero, lentes de aviador y jeans, todo lo que posteriormente Dennis Hopper simbolizaría en la famosísima Easy Rider, así como también James Dean en su breve carrera cinematográfica.

Trailer de la película

La pandilla de motociclistas liderada por Johnny (personificado por Brando), llevaba por nombre “Black Rebels Motorcycle Club”. Sólo una ‘s’  diferencia  este nombre con el de la banda de garage rock formada a fines del siglo XX por Robert Levon, Michael Hayes y Nick Jago, que originalmente se hacían llamar The Elements, pero al existir ya una banda con ese nombre, decidieron cambiarlo.

Cuenta la historia que un día, trasnochado haciendo zapping, Robert se encontró con una maratón de películas de Marlon Brando, entre las cuales estaba la citada El Salvaje (según su titulo en español), desde donde nació la idea para bautizar de tal manera a la banda que ya lleva seis discos en el cuerpo  y se prepara para lanzar el séptimo: Specter At The Feast.  También, adoptaron como propia la insignia de la banda de Brando: aquella calavera con los pistones cruzados y la vestimenta de cuero propia de los pandilleros, así como también la simpleza de su gráfica en sobrios blanco y negro.

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El logo de la banda, y una imagen de su presentación en Chile, con el logo como telón de fondo.

La historia no queda allí, sino que la trascendencia de la película, se dice, también inspiró a la banda más grande y famosa del planeta, The Beatles, cuyo nombre provendría de la banda rival a la de Brando, llamada “The Beetles”, que se autodenominaban así por la vestimenta de su líder, Chino (Lee Marvin), que se asemejaba a la de los escarabajos rayados, con rayas negras y blancas.

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La banda de Brando: los BRMC; y los Beetles, liderados por Lee Marvin.

The Wild One es una película sindicada como la precursora del género que llevaba la rebeldía a la gran pantalla, y se basa en una novela corta titulada The Cyclists’ Raid, de Frank Rooney que fue publicada en la revista Harper’s Magazine en 1951. 
“La historia, basada en un hecho real, trata sobre los acontecimientos sucedidos en el pueblo californiano de Hollister el 21 de julio de 1947 cuando un grupo de moteros protagonizó diferentes altercados vandálicos en la zona. En la película, el pueblo ficticio donde sucede la historia se llama Wrightsville claramente basada en Hollister.” (Wikipedia)
A la banda que se refiere el texto es 13 Rebels Motorcycle Club, fundada en 1937 por Ernest “Tex” Bryant y que hasta el día de hoy es un club sancionado por la American Motorcycle Association. Uno de sus legendarios miembros fue Shell Thuet, afamado corredor de motos, en quien se basa el personaje de Brando en la película. También, el personaje del líder de la banda rival, personificado por Lee Marvin, se basa en otro miembro de los 13 Rebels: “Whino Willie” Forkner, que posteriormente, al ser expulsado por ‘pendenciero’, formaría su propia banda llamada The Boozefighters, pero en ningún caso eran bandas rivales. 
Ardin Van Syckle, miembro de los 13 Rebles, y el "inofensivo" logo de la banda.

El incidente de Hollister nunca sucedió como lo cuenta Wikipedia, sino que la revista Life se encargó de maximizar pequeños incidentes en que los miembros de las bandas conducían algo ebrios, como los que aparecen en la imagen de la derecha.

Lo que sí realmente ocurrió, y que se retrata en la película, es el nacimiento de una contracultura, cuya vestimenta hasta el día de hoy es tomada de manera ‘oficial’ por los motoqueros del mundo: los jeans, originalmente unos Levi’s 501, y la chaqueta de cuero modelo The Scott Perfecto 618, creada en 1928 con su característica cremallera gruesa y cierre cruzado para protegerse del viento y el frío.

Otro de los íconos que la película muestra es la motocicleta que conduce Marlon Brando: una Triumph Thunderbird 6T de 1950, cuyos fabricantes en un principio no estuvieron de acuerdo con el uso de sus productos en la película al ser asociados a escenas violentas, lo que hoy en día no les hace ningún problema con usarlo dentro de su publicidad.

Toda esta serie de relaciones históricas de las que se aprovechó la película, en parte son usadas por la banda, con las chaquetas de cuero tratando de recobrar ese significado de rebeldía y nostalgia. No sucede así con las motocicletas, cuya relación no sobrepasa la película, la banda no las usa como parte de su imagen ni sus fans son reconocidos motoqueros. Quizás la elección del nombre fue casual y parte del azar o pueda tener interpretaciones rebuscadas, pero las relaciones que conlleva sin duda son parte del imaginario colectivo del rock y nuestra cultura.

(*) Artículo publicado originalmente el 09.11.2010. Actualizado y editado para esta edición.

Anexos:
The 13 Rebels Motorcycle Club: 1953′S “The Wild One” Inspiration 

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Sábado en la noche: rock en dictadura


No es difícil tratar de imaginar lo complicado que fue ser músico en plena época de la dictadura chilena (1973-1990). Sin profundizar mucho: como ejemplo para los que osaran a rebelarse, a 4 días iniciado el golpe militar acribillaron a Víctor Jara; nuestros rockeros por excelencia, Los Jaivas, se autoexiliaron en Argentina por temor a retornar al país; la DICAP fue desmantelada y destruida. Así, muchos músicos vieron reprimidas sus carreras bajo un implacable plan de extinguir todo vestigio de cultura. Tras toda esa vorágine de violencia y prohibiciones, se produjeron profundas transformaciones en la vida nocturna de Santiago, el horario estelar para disfrutar de un buen espectáculo.

De las épocas míticas de las peñas folclóricas y de los malones nocturnos capitalino se pasó a una era de menor intensidad y frecuencia de tales prácticas. Todo ello ocurrió en un marco permanente de vigilancia y represión de los lugares y personas que intentaron dar otro talante al período. La apertura y cierre de locales, así como su continuidad como lugares de vida nocturna tuvieron una especial significación durante los años ochenta como rechazo a la dictadura militar.

"Santiago no has querido ser el cerro, y tú nunca has conocido el mar 
¿Cómo estarán ahora tus calles, si te robaron tus noches? 
En mi ciudad murió un día, el sol de primavera a mi ventana me fueron a avisar. 
Anda, toma tu guitarra, tu voz será de todos los que un día tuvieron algo que contar"
Santiago Del Nuevo Extremo – A Mi Ciudad (1981)

El Golpe Militar puso fin a la efervescencia cultural que había en la época de la Unidad Popular, y se estableció, en lo político, un sistema autoritario represivo basado en la doctrina de la seguridad nacional que produjo la detención, muerte, desaparición y exilio de muchos ciudadanos, algunos de ellos poetas, músicos, actores, etc. En este período, también, se asientan las bases de la institucionalidad neo-conservadora y neo-liberalista en nuestro país, las cuales han tenido una explicación pobre e invisibilizada en el terreno socio-cultural para intentar explicar en forma íntima los procesos de cambio vividos por la sociedad en general tras las políticas de ajustes dictatoriales o "políticas de shock", como lo plantea la connotada periodista Naomi Klein.

A partir de un declarado rechazo a las manifestaciones que representaban una amenaza al patrimonio e "identidad nacional", en el que la cultura corporizó una arista visible del "enemigo interno", la reacción contra aquello que recordaba la cultura militante confluyó en la implementación de un arduo artefacto represivo que procuró enfrentar a su adversario en sus múltiples dimensiones. No sólo se arremete contra los cuerpos, sino que combate al otro en sus símbolos, su memoria, sus tradiciones y sus ideas.

Con esto, es menester preguntarse acerca de lo que pasó con el tiempo libre y el esparcimiento de los chilenos y chilenas de esa época, sobre todo de los jóvenes y de los lugares de diversión o encuentro que frecuentaban, y para el desarrollo de este artículo, los lugares donde se impulsó el rock en nuestra capital.

La prohibición de la vida nocturna bajo el régimen de "estado de sitio" y "toque de queda" hizo más profunda la huella de la dictadura en las mentes de los santiaguinos, instalando una percepción de "miedo a la noche" sujeta a los patrones policiales impuestos por la dictadura -como la detención por sospecha y los allanamientos nocturnos- aún cuando se puede fechar la reestructuración de la vida nocturna en la urbe a partir de 1981, con el surgimiento del ‘Rincón de los Canallas’, en calle San Diego.


Fue durante los años 80, que Santiago comienza a generar embriones de diversidad cultural nocturna a partir de lugares semi-escondidos, donde se pueden cultivar estilos de diversión artística, sobre todo musical: desde el Canto Nuevo de las peñas a las tocatas rock en las universidades y las fiestas alternativas en nacientes espacios como el Garage Internacional, El Trolley, el Café del Cerro o la discoteca Blondie. Este es el indicador donde vemos que la vida nocturna no fue aniquilada por el régimen militar, sino, más bien lo que ocurrió, fue la permisión a la existencia de lugares citadinos nocturnos (con claro propósito anti-dictadura), para generar una situación de calma interna, frente a las detenciones, torturas, asesinatos y desapariciones vividas por muchos ciudadanos en el silencio terrorífico de la noche.

Así fue el contexto general dictatorial latinoamericano de la nocturnidad.

La vida nocturna en clave rock se volvió una herramienta indispensable para la dictadura. La Nueva Canción Chilena fue brutalmente perseguida con el propósito de extinguirla. Muchos de sus exponentes fueron exiliados -Inti Illimani, Quilapayún; otros, en tanto, vivían con el constante terror de ser allanados en sus salas de ensayo y detenidos, como fue el caso de los Blops; y otros daban la lucha musicalmente editando discos infiltrando canciones de protesta y crítica social maquilladas con las más hermosas metáforas para burlar la censura que se había convertido en una práctica estatal, siendo Congreso y Santiago Del Nuevo Extremo casos notables. Se persiguió todo lo que sonara a quena y charango.

En tanto, el rock, en frecuencia gringa y sin ningún elemento latinoamericano, no estaba formalmente vinculado con la izquierda. Por eso fue el rock la música que se ponía en los parlantes del los estadios para evitar que se escucharan los gritos de los detenidos torturados. La Secretaría Nacional de la Juventud, brazo juvenil del oficialismo, se dedica a auspiciar a grupos de rock chilenos como una forma de invisibilizar los problemas reales y alienar a la juventud. Está como ejemplo el auspicio de las tocatas dominicales en El Pueblito del Parque O’higgins. Se difunde el rock en inglés porque es una música que no tiene un contenido claro u opositor, y a la vez, se prohíbe cantar en español porque esto sí puede reflejar la cruda realidad, y con ello generar conciencia.

Con esto, se suprime el discurso propio y se impone e instaura la cultura del cover. Muchos grupos, como Tumulto o Arena Movediza tuvieron que tocar canciones de Yes, Led Zeppelin, Black Sabbath o Grand Funk para poder ser permitidos y tocar con tranquilidad. El rock se volvió un elemento funcional a la dictadura -de manera macabra- y al mismo tiempo, un elemento perjudicado por la misma.

El rock chileno tuvo que enfrentar una situación doble muy compleja de la que definitivamente salió perjudicado, ya que llevaba una trayectoria clara y directa hasta ese entonces, pero que luego del Golpe, se congeló. Toda una fuerza creativa se vio totalmente abortada. Los músicos estaban sujetos al toque de queda, no podían circular libremente y estaban obligados a tocar en sus propias poblaciones, a refugiarse en la periferia porque no se podía ir al centro. Una confinación física, incluso: no podían salir de sus casas porque había toque de queda, no podían cantar en español porque era peligroso, no podían tener canciones propias porque eran censurados.Se enajenó todo un público, toda una generación de adolescentes.


Todo ello hasta que el punk, el new wave y el electropop -estilos que aterrizaron en el país juntos y revueltos en los ochentas- comenzaron a transformar los ámbitos juveniles con nuevas agrupaciones y lugares. 1984 es el año en que Los Prisioneros revientan el Café del Cerro, en Ernesto Pinto Lagarrigue #192 (Barrio Bellavista). Por el mismo tiempo, aparecía el Garage Internacional, en Matucana #19 (Barrio Estación), administrado por Jordi Lloret, donde se hicieron masivas tocatas y fiestas anti-dictatoriales y donde nace, tardíamente, el punk chileno de la mano de los Pinochet Boys y Dadá. Se suman el viejo Teatro Carrera (Barrio Centro), donde tocó Florcita Motuda y se bailaba al son de Sumo. En El Trolley, de San Martín #841, tocaron los Fiskales Ad-Hok, Mauricio Redolés y los Electrodomésticos.

Esta andanada de lugares y personajes hizo ver la emergencia de una nueva juventud, menos atada que la de la primera época de la dictadura, que esperaba el plebiscito del 1988 bailando y disfrutando la noche, pero que vio truncos sus sueños de libertad con la asunción de la democracia pactada en marzo de 1990. Con la democracia vino la transición, período donde (supuestamente) se volvía a la libertad, a la no censura, a la fiesta. "El poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo". La clandestinidad y amateurismo de finales de los 80 se extingue, y con ello, muchos de estos lugares, dando paso a una época donde la cultura se torna paternalista y de contenido pacificador, y donde la ciudad se dispondrá a ser escenario de sendos conciertos internacionales.

La tesis de que la dictadura consiguió instalar en la mentalidad colectiva de la urbe el terror a la noche como un componente esencial e insustituible de la vida de los santiaguinos, nos permite visualizar la existencia de una ciudad altamente segregada no sólo en el terreno social, como lo había sido en el siglo XX. Con la dictadura, se proyectó también en el campo de la exclusión cultural, que permitió a la oligarquía reemplazar el imaginario mental de la nocturnidad democrática capitalina de los fines de semana de los años '60 y '70 por el ideario televisivo del sábado performántico, extendido y circense, que niega la noche como lugar y espacio de recreación colectivo y popular, limitándolo a una programación virtual de películas, series y programas de conversación y cantos espurios, sin trascendencia ni contenido.

A pesar de esto, surgieron lugares, cuerdas, voces y canciones para realizar subverciones culturales que fueron impulsoras del nuevo sonido musical chileno.

"Dictadura musical
nadie puede para de bailar
la música del General"
Pinochet Boys - La Música del General (1985)

(*) Artículo publicado originalmente el 01.10.2010

Bibliografía:

Ponce, David. 'Prueba de Sonido', Ediciones B, Santiago, 2008.
Ramírez, Juan Carlos. 'Santiago Underground'. Diario La Nación, Santiago, 31.12.2006

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Persa Bío-Bío: la "picá" para comprar discos


Santiago
es una gran ciudad, con muchas historias y rincones para ser descubiertos. Dentro de estos rincones se encuentran algunas ‘picadas’ donde podemos encontrar y comprar nuestros discos favoritos por un valor menor al que podríamos encontrar en las tiendas o disquerías más reconocidas. Por eso, en nuestro afán de compartir, te invitamos a descubrir estos lugares comenzando con el mítico y poco reconocido en la web: el Persa Bio-Bio.

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El Persa Bio-Bio, históricamente data desde los años ‘30, tiempos en que se instalan en la capital los comercios del tipo ‘feria persa’. Se encuentra ubicado en el limite sur de la comuna de Santiago, barrio Franklin, al sur de Av. Matta, conocida antiguamente como Camino de Cintura. Son en total más de 5 cuadras donde se sitúan diversos comercios dirigidos a los más variados públicos, ubicados dentro de los distintos galpones o recintos, donde podemos encontrar desde muebles nuevos, antiguos, ropa, electrodomésticos, libros, instrumentos musicales, locales de comida, y por supuesto puestos de discos.

Tal como muestra destacado en rojo el mapa de arriba, el lugar que queremos mostrarles esta ubicado en el denominado Persa Víctor Manuel, uno de los más concurridos para buscar joyitas de antigüedades, libros, revistas y música. Este persa se divide en galpones situados dentro de la manzana comprendida entre calles Placer, Victor Manuel, Bio-Bio y San Isidro, a una cuadra de Santa Rosa, hacia la cordillera.

victor-manuel persa

Allí existen 2 galpones donde podemos encontrar puestos de venta de CD’s en ediciones absolutamente originales, algunas de ellas importadas desde brasil o argentina, donde el valor de los discos es mucho menor al de nuestro país. Por ejemplo el disco de DivididosAmapola del 66’ en la tienda The Knife, del Eurocentro tiene un valor de 17 mil pesos, mientras que en la web de Musimundo alcanza los $8440 pesos chilenos (69 pesos argentinos).

El Galpón 6, accesible desde la esquina de Placer con Víctor Manuel, tiene al menos 4 tiendas recomendables para comprar discos baratos, como los que se ven en la imagen que encabeza el post.  Uno de los mejores puestos es el de Julio Quiroz (Local 54), donde podemos encontrar todas las variedades del rock y encargarle discos, de hecho es el único que nos entrego su tarjeta luego de comprarle el ‘Diamond Eyes’ de Deftones a 6 lucas.

También en este galpón, escondidos entre los locales de tintas y juegos,  se encuentran otros destacados puestos de música más progresiva setentera como King Crimson, Camel, Genesis o Magma, algunos con metal, dvd’s musicales y poleras rockeras. Algunos de estos locales llevan más de 10 años allí ubicados, manteniendo el estilo de música que venden, pero adaptándose a los cambios tecnológicos pasando desde los casetes pirateados que vendían en los ‘90 a $1000 hasta los cd’s, dvd’s y blue rays de hoy.

bio1La entrada al Galpón 6.

Más al norte, el Galpon 4 destaca por tener mucha más variedad de géneros, con tiendas mas especificas de cada uno de ellos, desde el brit pop, indie hasta música latina y rock clásico. Para llegar a este galpón puedes acceder por calle Víctor Manuel desde el exterior, o por alguno de los pasillos interiores de la cuadra. Acá puedes encontrar desde los vinilos mas rebuscados, nuevos o clásicos, ediciones de lujo, japonesas o singles importados dentro de los puestos que se reparten longitudinalmente por los 2 pasillos del galpón. Destacados son también 2 puestos, uno cercano al pasillo central al medio del galpón, donde según nos conto su dueño, traen los discos desde argentina, y puedes encargarle alguno que estés buscando en especial, y te lo trae en un lapso de una semana. En ese puesto podemos encontrar ofertas de 2 discos por $5.000 pesos (incluyendo a Lucybell, Velvet Revolver, Oasis, etc) o por ejemplo el ‘Use Your Illusion II’ de Guns N’ Roses en CD a solo $3.500 pesos, o todos los de Led Zeppelin a $5.000 cada uno.

El otro local destacado es el de las ediciones especiales, para coleccionistas, donde puedes encontrar la edición japonesa del ‘Phisycal graffiti’ de Zeppelin a $35.000 pesos, o la de ‘The Incident’ de Porcupine Tree a $25.000, o la edición física del disco que Trent Reznor regaló vía internet ‘The Slip’ de Nine Inch Nails a $15.000.

Recorriendo el galpón, en otros locales puedes encontrar los discos remasterizados de The Beatles que salieron el año pasado por precios menores a los regulares, o ediciones de lujo de los discos de Radiohead desde $20.000 pesos, especiales para regalar a algún fanático de los ingleses.

Pero es cosa de recorrer este lugar rico en ofertas y picadas, por lo que desde +ROCK los invitamos a conocerlo si es que no lo conocen o vienen desde regiones de visita a la capital, a redescubrirlo si han ido antes o a simplemente deleitarse con un lugar tradicional del sur del Santiago Antiguo.

bio-galpon4Acceso desde calle Víctor Manuel al Galpón 4.


(*) Artículo Publicado Originalmente el 14.10.2010
Imagen principal vía juvenoide.cl

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Sankt Pauli, el club más rockero de todos


Es difícil encontrar una combinación tan perfecta entre fútbol y rock, mezclando la pasión inexplicable que ambas maravillas de la era moderna pueden entregar. Este es el caso del Sankt Pauli (o FC St. Pauli),  equipo que actualmente juega en la segunda división de la Bundesliga (liga alemana), y que sale a la cancha acompañado por el sonido ensordecedor de las guitarras de 'Hell’s Bells' de AC/DC estallando por los parlantes al inicio de cada encuentro. Pero no solo los riff de Angus Young son los que llenan de rock el estadio de los alemanes. Cada vez que el equipo marca un gol, suena la inigualable 'Song 2' de los británicos Blur, provocando el delirio de sus hinchas.



Nacido en 1910, pero con tan sólo siete temporadas en la Bundesliga, el Sankt Pauli es oriundo del barrio rojo de Hamburgo y es el fiel reflejo de una hinchada y una localidad que propone una forma de ver el fútbol -y a la vida misma- totalmente fuera de las reglas capitalistas que dominan el mercado del deporte. Fundado por los sectores más pobres de la ciudad teutona, se han declarado públicamente como antifascistas, antiracistas, antisexistas y antihomófobos. Su Presidente, Corny Littmann, es uno de los fundadores del Partido Verde, conocido activista homosexual, destacado empresario teatral alternativo y ferviente fanático del equipo, cuya devoción por los Kiezkicker queda demostrada cada fecha, cuando el Millerntor-Stadion se llena con los 15.000 incondicionales hinchas que han seguido ciegamente a su equipo por la segunda y tercera división alemana. Hinchada compuesta en su mayoría por prostitutas, okupas, punks, homosexuales, artistas y clase trabajadora, engalanando el escenario con banderas piratas, símbolos antifascistas y de izquierda.



También resulta interesante el rol que ha tenido el punk en el club, ya que fueron éstos quienes introdujeron la bandera pirata como símbolo de la lucha contra el capitalismo. Desde ese momento, la calavera con las tibias cruzadas se convertiría en el emblema no oficial del equipo, siendo utilizada por todos los hinchas e, incluso, en los banderines del córner.

Son estas razones que hacen que el St Pauli convierta al fútbol en una auténtica expresión del rock y siendo la música usada como bandera de lucha a favor de ese fútbol de barrio y de esa pasión que ninguna sociedad anónima puede eliminar.

(*) Artículo publicado originalmente el 14.03.2010

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Fabio Salas: el rockstar literato chileno


Por allá por 2007 recibí la inspiración de crear un blog dedicado a la música  luego de leer un libro llamado “El Grito Del Amor” del académico chileno Fabio Salas, quien fue mi profesor en el diplomado ‘Literatura y Rock’ que se impartió en la UTEM el año 2005, el cual no pude terminar por carga académica propia de la carrera. Me arrepiento de eso, era un gran diplomado, con una primera parte dedicada a revisar el rock y su desarrollo desde una perspectiva histórica y social, un lujo realmente, que también era revisado en dicho libro.

Pues bien, ahora retomo este vinculo siempre cercano entre las letras y la música para esta sección en que iremos revisando aquellas obras que se relacionen directamente con el rock, con algún disco o canción en particular, o bien desde una perspectiva historia como en este caso, recomendadas para todo aquel que pretenda expandir sus conocimientos , y comenzamos con 2 libros escogidos de la obra del mencionado escritor y ex profesor, uno de los pocos que se dedica a expandir la cultura rockera nacional más alla de los discos, desde las aulas y las paginas de sus libros, cuya biografía podemos revisar a continuación.

Fabio Salas Zúñiga, nacido en 1961 en Santiago. Licenciado en Literatura de la Universidad de Chile. Académico en universidades privadas y estatales dictando cátedras de Rock y contracultura por más de 15 años. Ha desarrollado una vasta labor como investigador en el campo de la música pop chilena y como libretista, crítico y realizador de medios de televisión, prensa escrita y radio. Actualmente ejerce la docencia en diversos centros de enseñanza superior. Ha publicado, entre otros, los ensayos rockeros: “El grito del amor” (1987), “La primavera terrestre. Cartografías del rock chileno y la nueva canción chilena” (2003), “El rock. Su historia, autores y estilos” (200). En poesía: “CRAM” (1988) y “El jardín de tía Violeta” (2002). En prosa publicó el libro de relatos “Crónicas infames para un pueblo demente” (2006). (fuente)
El Grito del Amor, Fabio Salas

“El Grito del Amor” , publicado originalmente en 1987 y reeditado en 1998, es donde se plasma la historia del rock de una manera temática, extensamente explicada en sus 260 paginas, a partir del estudio de las letras y los temas abordados desde inicios del rock en los años comprendidos entre 1953 y 1961, en una primera parte dividiendo esta en 3 periodos de tiempo: el “Periodo Preconsciente”, previo a la aparición de The Beatles y Bob Dylan, llamado el “Periodo de Ruptura” considerando hasta 1967 y finalmente los años hasta 1971, denominado el “Periodo libertario”, siendo esta primera parte la etapa más brillante del rock.
El Grito del Amor, Portada
       bob dylanledzeppelin-stairway to heavenfrankzappa-elrockesunfraudesoundgarden-jesus christ posemetallica-fade to black  Portada y Galería de Textos seleccionados, extractos.

La segunda parte, llamada ‘La Vida es Real’ abarca el periodo setentero en 2 periodos denominados “de reflujo” y de “reciclaje”, de acuerdo al estancamiento creativo producido en este periodo, claramente más oscuro y menos comprometido con los sucesos sociales de la época.

La tercera parte se remonta a los años 80, con el posmodernismo y los factores que influyeron en la decadencia del rock como la música generacional, dando paso a otros ritmos derivados, apoyados por la maquinaria del mercado.

La cuarta parte, no incluida en la primera edición, se refiere a los 90, mientras que la quinta toma al Rock Chileno en todas sus épocas y las traspola con lo descrito anteriormente. Se agregan también algunos apéndices actualizados.

No quiero adentrarme en la obra en si, sino que recomendarla absolutamente como un referente musical obligado, con un lenguaje cercano y claro, indispensable en la biblioteca de todo rockero.

El rock, su historia autores y estilos

Ahora, llego a mis manos otro libro de Fabio Salas, titulado “Rock: su historia, autores y estilos”, re-editado el año 2009, que en sus casi 200 paginas se encarga de revisar los principales exponentes de los estilos que dieron origen y se han desarrollado dentro del rock, o cercano a ello. Salas se da el trabajo de resumir los hechos históricos de las décadas desde los años 50 que fueron marcando las respuestas musicales a tales acontecimientos a través de los años. A diferencia de “El Grito del Amor”, en esta ocasión se hace alusión a los artistas más destacados y su discografía recomendada, siendo más una guía para iniciados y curiosos que una historia temática, como se autodenomina el libro anterior. En esta publicación, los segmentos se dividen por décadas, y por estilos, los que a través de los años se fueron diversificando hasta llegar al momento actual tan disperso. Los inicios desde el blues y el tin pan alley; el rock and roll, el blues blanco, el beat, el folk-rock, el pop ingles, la psicodelia, el rock progresivo, el punk, el trash, heavy metal, funk, reggae, soul, rock femenino, el grunge, todos están incluidos y revisados de una manera clara y precisa.

El Rock, portadael rock, portada interior  jimi-hendrix hardrock-led zeppelin pop ingles discografia stones
Portada y Galería de Imágenes.

Es también un recurso obligado, personalmente me encontré con bastantes descripciones interesantes, con grupos desconocidos para mi, pero que Salas los considera fundamentales, a los que le echare un vistazo. Es una manera de ir descubriendo antiguos artistas, conocer los orígenes y escarbar en el pasado de este movimiento que ya lleva 50 años. Es parte de la historia y es también parte de comprender el actual estado de la música.

Por eso, no dude en buscarlos y pedirlos, son un material recomendadísimo para todo amante de la música. Sus precios son bastante similares, pueden buscarlos en:
- El Grito del Amor [buscalibros.cl] - [google books] - [editorial lom]
- El Rock: su historia, autores y estilos [feria chilena del libro] - [usach]
Otras obras de Fabio Salas son:
- Aguaturbia: una banda chilena de rock
- La primavera terrestre. Cartografía del Rock Chileno y la Nueva Canción Chilena
- Utopía. Antología lírica del rock chileno

además, su ultimo libro, titulado “Incendiemos el Supermercado” que puede ser descargado gratuitamente en el sitio de LaVagoneta, puesto a libre disposición de todos en formato pdf por el propio autor.

Entrevistas al autor en la web:
- 2012 en sangría.cl
- 2009 en remediopalamente.com
- 2003 en el diario La Nación

(*) Escrito originalmente para m7-rock. Editado y corregido para +ROCK, publicado el 29.09.2010 

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La cultura que se volverá basura


Llama la atención que en Chile, desde fines de los 90 a la actualidad, de entre las tres figuras más importantes del rock en términos de masividad y trascendencia -Los Prisioneros, Los Jaivas y Los Tres- sean los primeros los menos tomados en cuenta como influencia musical por la nueva camada de bandas de rock chileno. Un ejemplo: el rock progresivo. Si en algún momento incluye influencias nacionales, esas son Los Jaivas, y los más sofisticados incluyen por ahí otras raigambres folclóricas como Violeta Parra e instrumentos de origen indígena. Otro ejemplo: el rock pop de la última década (Llámese Bunkers y un sinfín de las cuales ni siquiera conozco el nombre) tiene como referencia obligada a Los Tres, y las más "mamonas", siguen la senda de Lucybell. Permítanme uno más: la nueva trova “rock” (Manuel García, Gepe, Chinoy y un largo etcétera), no puede sino tributar permanentemente a Víctor Jara y a la ya mencionada Violeta.

¿Por qué Los Prisioneros no? ¿Por qué si, alineándome con una columna leída en Rockaxis, Los Prisioneros son los creadores de al menos la mitad de los grandes himnos del rock chileno, son la única banda de rock capaz de llenar dos veces el Estadio Nacional, si con un tema de ellos se iniciaron las transmisiones de MTV Latino, si son permanentemente tributados y venerados, si entre sus filas tienen a EL rockstar chileno? ¿Por qué no penetran en las influencias musicales (directas) de las bandas nacionales que les sucedieron?

Fueron piedra angular del rock chileno, una banda con posición política clara en momentos en que era difícil ser masivo y de izquierda a la vez. Eran una banda de composiciones directas y poco sofisticadas (aunque escuchen ese bajo, por favor), un grupo con calle, sin apellido de papá y sin abuso de metáforas. Simplemente una banda de rock de masas. Pero de rock. Y todo eso el rockero chileno lo tiene claro, lo aplaude y lo tributa, pero el asunto es que esa línea musical, la que mezclaba las guitarras rockabillies, teclados y sintetizadores, la que cruza punk y baile (tal como The Clash y otros punkies hicieron en la década de los '80), no tuvo ni ha tenido muchos “delfines” en nuestro país.

Da la impresión que acá prefieren la buena ejecución de los instrumentos, las bonitas armonías vocales, las melodías melosas, los barrocos arreglos con instrumentos folclóricos, la complejidad, rapidez y virtuosismo de las guitarras, las incomprensibles metáforas, el camino difícil y menos directo para decir las cosas. Ese es el estilo chileno y Los Prisioneros están fuera de todo eso, a pesar de que se reconozca a Jorge González como un monstruo de la composición.

Al rockero chileno (al ejecutor y al público), le gusta además el discurso moderado, 'concerta', sin herir muchas susceptibilidades, los cánticos contra el dictador que teniéndolo 500 metros bajo tierra poco y nada de sentido tienen, el verso 'suavecito' y superficial contra la desigualdad, pero siempre cuidando no ser desmesurado, no pasarse de la raya, no irse 'en la volá', no botar los micrófonos… Jorge González es mucha tontera y poca mesura, y a los chilenos nos encanta la mesura.



Uno de los pocos grupos actuales que he escuchado tomar influencias musicales directas del trío sanmiguelino son los Tío Lucho, en su nueva faceta de punk bailable. Imagínense a Los Prisioneros un poquito más cuicos, con discurso “contestatario” sobre la globalización, más elaborados en la ejecución y cambiando de Carlos en la producción (Fonseca por Cabezas), pero manteniendo esa onda rockabilly bailable, entretenida, de melodía fácil. En Lo Que Ahora Brilla Putrefacto Quedará…” (2007), los sintetizadores, el rockabilly y las tornamesas tienen el sello prisionero, recordando frecuente y particularmente a ese tremendo disco llamado La Cultura De La Basura (1987), con temas en onda 'Somos Sólo Ruido' y la misma 'La Cultura De La Basura'. Es cosa de escuchar la fórmula que se repite en composiciones como 'Ni El Martillo De Tor Podrá Salvarlos', 'Inhale' o el single 'Desperdicio (Música Para Bailar)'. 'En Tu Contra' incluso tiene un claro guiño al bajo de ese himno de los '80 llamado 'No Necesitamos Banderas'.



Lo Que Ahora Brilla…” es un disco que toma muchos elementos del grupo de Narea, González y Tapia. Elementos de forma, no de fondo. De sonidos, no de actitud. Pero no seamos injustos, tener la actitud que Los Prisioneros tuvieron en su momento es muy difícil en nuestros días, pero es deber y deuda del rock nacional el hacerle más guiños a nuestro trío rocker por excelencia, el darle las gracias no sólo con tributos, covers, ni reconocimiento verbal, sino con el dejarse permear por sus influencias, el tratar de encarnarlos, de ser su relevo, de aceptarlos explícitamente como padres. En eso, al menos, Tío Lucho cumple.


(*) Artículo publicado originalmente el 24.10.2010 por Felipe Godoy
Columnista +Rock

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Nouvelle Vague, la estética del rock de los '60

Rolling Stones (John Hopkins, 1963) vs. The Beatles (Harry Watmough, 1961)

La imagen iconográfica del rock se sustenta en gran medida en la apariencia estética de sus artistas, es decir, en su vestimenta, sus peinados, en la forma de abordar a sus instrumentos, en su postura durante la interpretación de su música en un concierto. En definitiva: todo lo visual, todo lo que alcanza a proyectar dicha banda como parte de su concepto global que también involucra otras aristas. A dicha imagen, a través del tiempo se le ha atribuido un contenido contestatario, porque a menudo su estética no calza con el repertorio que proyecta el modelo de ciudadano común y estandarizado que habitualmente vemos entre los días lunes y viernes. 

Por la otra vereda, obedientemente el rockero tiene como cualidad intrínseca el celebrar la imagen que proyecta alguna banda; la exacerba y la convierte en un producto de consumo. La fidelidad de décadas que puede alcanzar un seguidor respecto de su banda favorita es una cualidad sobresaliente y única en trascendencia, respecto de la misma relación artista/fan, pero situada en otras vertientes musicales llamadas, paradójicamente, “comerciales”. 

El mercado del rock da para todo tipo de souvenirs y merchandising, desde el rockero orgulloso por su polera negra hasta una colección de discos remasterizados. ¿Qué sentido tiene la polera?, nada muy productivo, sólo exteriorizar una postura diciendo: “a mi me gusta esta banda (y no soy como tú)”. ¿Qué sentido tiene el disco remasterizado?, nada, salvo atesorar un objeto que un oído inexperto jamás podrá poner en valor. Escribiendo esto me pregunto: ¿hay algo más uniforme y predecible que la tropa de asistentes a un concierto de rock? 

En sus inicios, los grandes íconos del rock inglés, precursores del movimiento a nivel planetario, basaron su fama y trascendencia en sendas campañas de publicidad y marketing, preconcebida por sus respectivos managers. Hablo de The Beatles y Rolling Stones. Ambos grupos forjaron su imagen rupturista bajo el alero de la “moda” en la croquera de sus creadores, quienes con audaz visión, plasmaron en estos chicos a punta de peinados, vestimenta y set fotográficos toda la necesidad de cambio luego de la post-guerra que la juventud adormecida requería. 

Acá es donde aparece La Nouvelle Vague, corriente que iluminó las mentes de Brian Epstein y Andrew Loog Oldham -managers de The Beatles y Rolling Stones, respectivamente-, quienes utilizando tópicos de este movimiento cultural, moldearon la imagen que exteriorizaban ambas bandas hacia la opinión pública y sus fanáticos. 

'A Hard Day´s Night' (Richard Lester, 1964) / ’Jules Et Jim' ( François Truffaut, 1962)

La Nouvelle Vague representó un cambio cultural en la concepción de las artes francesas a finales de la década del ‘50, alcanzando más tarde una mayor relevancia fundamentalmente en el cine europeo más que en otras expresiones. Dentro del cine, las temáticas que destacarían estas películas era la presentación de personajes con un estilo de vida desenfrenado (para la época), poniendo relevancia en el personaje “perdedor”, siempre buscando la libertad por sobre el héroe, con un fuerte componente político y reivindicativo, insistiendo en el blanco y negro como colores predominantes en cuanto a la fotografía. Aunque conocido es que "la única regla de la Nueva Ola francesa era que no hay reglas”

Quizás, la mejor muestra de esta corriente sea el largometraje Les 400 Coups (1959), la ópera prima del director parisino François Truffaut. (No me queda muy claro, en lo que he leído, si el título hace referencia a las gran cantidad de transgresiones del protagonista, o por el contrario, a la cantidad de pruebas que la vida le coloca como obstáculos). “Los Cuatrocientos Golpes” es el hito fundacional del movimiento y, en definitiva, la más importante. Su final es memorable, con Antoine Doinel -el niño que protagoniza la película- corriendo hacia la playa en busca de la libertad. Recomendada en absoluto; es atípica, con un drama sicológico desde el punto de vista de la niñez, una ambientación soberbia y una honestidad brutal en la historia (biográfica del director) que se transmite en cada cuadro, en cada escena.

Estética, moda e imagen de Antoine Doinel ('Les 400 Coups', François Truffaut, 1959)

En 1961 Los Beatles tocaban en el The Cavern, un bar de la ciudad de Hamburgo, Alemania (sueño con tomarme un shop de cerveza ahí). En este lugar fue cuando Brian Epstein vio a estos personajes de “malos modales", que utilizaban chaqueta de cuero en el escenario, tocaban rock and roll y tenían un gran carisma y potencia. Finalmente, terminó trabajando con ellos, y no paso mucho tiempo para que los convirtiera en los melenudos que impactaron al mundo a partir de 1962. 

Epstein llegó a la banda y les inyectó dinamismo, y como todo movimiento produjo cambios: reemplazó al baterista original Pete Best por Ringo Starr, los uniformó con trajes a todos por igual; según palabras del mismo John Lennon, Epstein les dijo: 

Miren, si ustedes realmente desean conseguir uno de esos lugares grandes, van a tener que cambiar, dejar de comer en el escenario, dejar de maldecir, dejar de fumar. 

En definitiva, implementó un cambio de imagen al grupo, que en la parte estética, tenia un fuerte raigambre en la ya citada Nouvelle Vague. Es más, el famoso peinado “a lo beatle”, ese que dejó de lado al gel y al mítico peinado hacia atrás del rocanrol -sí, ese mismo que utilizaba ya saben quién-, ya era  un peinado popular que se encontraba plenamente vigente (“a la moda”) en la Francia de aquellos años; y aunque algunos le atribuyen a Astrid Kirchherr -una fotógrafa alemana conocida por sus fotografías del grupo en el ’60- la creación del estilo, la verdad es que ella sólo los invitó a adoptarlo.

The Beatles en Hamburg bajo el lente de Astrid Kirchherr (1961)

Mientras eso pasaba con los de Liverpool, en Londres los Rolling Stones tuvieron en Andrew Loog Oldham a su mentor. Famoso en el medio por sus tácticas de marketing, fue quien acuñó la inmortal frase “¿dejaría usted que su hija saliera con un Rolling Stones?”. Este maestro de la producción artística musical (que recientemente lanzó un libro con sus vivencias, Rolling Stoned) convirtió a los Stones en la antítesis de la imagen santurrona que los Beatles proyectaban. Reconocido cinéfilo y fanático de la Nouvelle Vague, basó en ella toda la conceptualización de las primeras fotografías que los Stones se tomaron entre los años 1962 y 1964 como parte de la campaña publicitaria para hacerlos conocidos a nivel global.

Fotografías publicitarias The Rolling Stones, 1962-1964

Oldham en sus memorias dice: 

Bastante antes de que 1963 cambiara la cara de la música tal como la conocemos, Gran Bretaña ya tenía un motivo pop: la moda. Yo tomé esas libertades establecidas y las apliqué dentro de los límites del seguro mundo de la música, donde resultaban innovadoras.

Las influencias directas del cine de la Nouvelle Vague en la estética de los dos pilares de la música inglesa de la década del ’60 viene a reafirmar la teoría que, junto a una concepción musical potente, el rock repercute en las masas adolecentes con una propuesta estética distinta, que pretende ser trasgresora en comparación a lo ordinario de la moda cotidiana (ya aceptada y adoptada). 

Esta idea “casualmente” coincide con la visión de mundo de un adolecente en busca de medios de expresión para retratar su descontento habitual, es más, el rockanrol norteamericano tiene su génesis en una serie de expresiones rupturistas para la época: en los peinados, en la forma de bailar, en la vestimenta, en las letras contra la autoridad paternal conservadora; todas expresiones que analizadas con lupa, no son más que una serie de manifestaciones triviales muy bien explotadas por los mercaderes de la música. Oldham y Epstein, afortunadamente, captaron esta idea, y junto con ellos, muchos otros siguieron ensalzando la música rock con un componente estético fundamental, para que éste se convierta finalmente en arte.

(*) Artículo publicado originalmente el 17.10.2011.