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Nouvelle Vague, la estética del rock de los '60

Rolling Stones (John Hopkins, 1963) vs. The Beatles (Harry Watmough, 1961)

La imagen iconográfica del rock se sustenta en gran medida en la apariencia estética de sus artistas, es decir, en su vestimenta, sus peinados, en la forma de abordar a sus instrumentos, en su postura durante la interpretación de su música en un concierto. En definitiva: todo lo visual, todo lo que alcanza a proyectar dicha banda como parte de su concepto global que también involucra otras aristas. A dicha imagen, a través del tiempo se le ha atribuido un contenido contestatario, porque a menudo su estética no calza con el repertorio que proyecta el modelo de ciudadano común y estandarizado que habitualmente vemos entre los días lunes y viernes. 

Por la otra vereda, obedientemente el rockero tiene como cualidad intrínseca el celebrar la imagen que proyecta alguna banda; la exacerba y la convierte en un producto de consumo. La fidelidad de décadas que puede alcanzar un seguidor respecto de su banda favorita es una cualidad sobresaliente y única en trascendencia, respecto de la misma relación artista/fan, pero situada en otras vertientes musicales llamadas, paradójicamente, “comerciales”. 

El mercado del rock da para todo tipo de souvenirs y merchandising, desde el rockero orgulloso por su polera negra hasta una colección de discos remasterizados. ¿Qué sentido tiene la polera?, nada muy productivo, sólo exteriorizar una postura diciendo: “a mi me gusta esta banda (y no soy como tú)”. ¿Qué sentido tiene el disco remasterizado?, nada, salvo atesorar un objeto que un oído inexperto jamás podrá poner en valor. Escribiendo esto me pregunto: ¿hay algo más uniforme y predecible que la tropa de asistentes a un concierto de rock? 

En sus inicios, los grandes íconos del rock inglés, precursores del movimiento a nivel planetario, basaron su fama y trascendencia en sendas campañas de publicidad y marketing, preconcebida por sus respectivos managers. Hablo de The Beatles y Rolling Stones. Ambos grupos forjaron su imagen rupturista bajo el alero de la “moda” en la croquera de sus creadores, quienes con audaz visión, plasmaron en estos chicos a punta de peinados, vestimenta y set fotográficos toda la necesidad de cambio luego de la post-guerra que la juventud adormecida requería. 

Acá es donde aparece La Nouvelle Vague, corriente que iluminó las mentes de Brian Epstein y Andrew Loog Oldham -managers de The Beatles y Rolling Stones, respectivamente-, quienes utilizando tópicos de este movimiento cultural, moldearon la imagen que exteriorizaban ambas bandas hacia la opinión pública y sus fanáticos. 

'A Hard Day´s Night' (Richard Lester, 1964) / ’Jules Et Jim' ( François Truffaut, 1962)

La Nouvelle Vague representó un cambio cultural en la concepción de las artes francesas a finales de la década del ‘50, alcanzando más tarde una mayor relevancia fundamentalmente en el cine europeo más que en otras expresiones. Dentro del cine, las temáticas que destacarían estas películas era la presentación de personajes con un estilo de vida desenfrenado (para la época), poniendo relevancia en el personaje “perdedor”, siempre buscando la libertad por sobre el héroe, con un fuerte componente político y reivindicativo, insistiendo en el blanco y negro como colores predominantes en cuanto a la fotografía. Aunque conocido es que "la única regla de la Nueva Ola francesa era que no hay reglas”

Quizás, la mejor muestra de esta corriente sea el largometraje Les 400 Coups (1959), la ópera prima del director parisino François Truffaut. (No me queda muy claro, en lo que he leído, si el título hace referencia a las gran cantidad de transgresiones del protagonista, o por el contrario, a la cantidad de pruebas que la vida le coloca como obstáculos). “Los Cuatrocientos Golpes” es el hito fundacional del movimiento y, en definitiva, la más importante. Su final es memorable, con Antoine Doinel -el niño que protagoniza la película- corriendo hacia la playa en busca de la libertad. Recomendada en absoluto; es atípica, con un drama sicológico desde el punto de vista de la niñez, una ambientación soberbia y una honestidad brutal en la historia (biográfica del director) que se transmite en cada cuadro, en cada escena.

Estética, moda e imagen de Antoine Doinel ('Les 400 Coups', François Truffaut, 1959)

En 1961 Los Beatles tocaban en el The Cavern, un bar de la ciudad de Hamburgo, Alemania (sueño con tomarme un shop de cerveza ahí). En este lugar fue cuando Brian Epstein vio a estos personajes de “malos modales", que utilizaban chaqueta de cuero en el escenario, tocaban rock and roll y tenían un gran carisma y potencia. Finalmente, terminó trabajando con ellos, y no paso mucho tiempo para que los convirtiera en los melenudos que impactaron al mundo a partir de 1962. 

Epstein llegó a la banda y les inyectó dinamismo, y como todo movimiento produjo cambios: reemplazó al baterista original Pete Best por Ringo Starr, los uniformó con trajes a todos por igual; según palabras del mismo John Lennon, Epstein les dijo: 

Miren, si ustedes realmente desean conseguir uno de esos lugares grandes, van a tener que cambiar, dejar de comer en el escenario, dejar de maldecir, dejar de fumar. 

En definitiva, implementó un cambio de imagen al grupo, que en la parte estética, tenia un fuerte raigambre en la ya citada Nouvelle Vague. Es más, el famoso peinado “a lo beatle”, ese que dejó de lado al gel y al mítico peinado hacia atrás del rocanrol -sí, ese mismo que utilizaba ya saben quién-, ya era  un peinado popular que se encontraba plenamente vigente (“a la moda”) en la Francia de aquellos años; y aunque algunos le atribuyen a Astrid Kirchherr -una fotógrafa alemana conocida por sus fotografías del grupo en el ’60- la creación del estilo, la verdad es que ella sólo los invitó a adoptarlo.

The Beatles en Hamburg bajo el lente de Astrid Kirchherr (1961)

Mientras eso pasaba con los de Liverpool, en Londres los Rolling Stones tuvieron en Andrew Loog Oldham a su mentor. Famoso en el medio por sus tácticas de marketing, fue quien acuñó la inmortal frase “¿dejaría usted que su hija saliera con un Rolling Stones?”. Este maestro de la producción artística musical (que recientemente lanzó un libro con sus vivencias, Rolling Stoned) convirtió a los Stones en la antítesis de la imagen santurrona que los Beatles proyectaban. Reconocido cinéfilo y fanático de la Nouvelle Vague, basó en ella toda la conceptualización de las primeras fotografías que los Stones se tomaron entre los años 1962 y 1964 como parte de la campaña publicitaria para hacerlos conocidos a nivel global.

Fotografías publicitarias The Rolling Stones, 1962-1964

Oldham en sus memorias dice: 

Bastante antes de que 1963 cambiara la cara de la música tal como la conocemos, Gran Bretaña ya tenía un motivo pop: la moda. Yo tomé esas libertades establecidas y las apliqué dentro de los límites del seguro mundo de la música, donde resultaban innovadoras.

Las influencias directas del cine de la Nouvelle Vague en la estética de los dos pilares de la música inglesa de la década del ’60 viene a reafirmar la teoría que, junto a una concepción musical potente, el rock repercute en las masas adolecentes con una propuesta estética distinta, que pretende ser trasgresora en comparación a lo ordinario de la moda cotidiana (ya aceptada y adoptada). 

Esta idea “casualmente” coincide con la visión de mundo de un adolecente en busca de medios de expresión para retratar su descontento habitual, es más, el rockanrol norteamericano tiene su génesis en una serie de expresiones rupturistas para la época: en los peinados, en la forma de bailar, en la vestimenta, en las letras contra la autoridad paternal conservadora; todas expresiones que analizadas con lupa, no son más que una serie de manifestaciones triviales muy bien explotadas por los mercaderes de la música. Oldham y Epstein, afortunadamente, captaron esta idea, y junto con ellos, muchos otros siguieron ensalzando la música rock con un componente estético fundamental, para que éste se convierta finalmente en arte.

(*) Artículo publicado originalmente el 17.10.2011.

1 comentarios:

  1. Miguel Pérez dijo...:

    Eso de Brian Epstein y los cambios de look se puede ver en la pelicula de 2009 "Nowhere Boy", que recién llegó a los cines nacionales bajo el titulo (siempre mal traducido) de "Mi nombre es John Lennon", una pelicula con buenas intenciones, pero de un resultado regular.

    eso, saludos.

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