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Una columna de 31 de Diciembre de 2010

La copiosa y consistente arremetida del “rock de autor” y la cumbia hecha por jóvenes o “pachanga rock” de los últimos 5 años, entrega buenas luces para entender el estado del rock chileno actual. Y es que, siendo honestos, lo hecho por el ejército liderado por Manuel García, Chinoy, Francisca Valenzuela y tantos otros, y por los ritmos de Chico Trujillo, Juana Fé, Banda Conmoción y compañía, fue simplemente mandar el riff rockero made in Chile para la casa (si es que alguna vez estuvo fuera de ella).


Si hay alguien que sacó dividendos de la cuestionada escena chilena de los últimos 10 años fueron estas dos tendencias, cada una a su modo, dejando en claro que definitivamente el rockero chileno no quiere escuchar rock chileno, que éste tiende a darle el reconocimiento (léase aplauso y compra de tickets) a aquellos que no tocan ese rock con el que estamos tan familiarizados, sino más bien a música con muchos rasgos chilenos y latinoamericanos, la cuerda de nylon y el sandungueo, no el riff y el cabeceo (definitivamente el que dijo que dentro de todo chileno hay un poeta acertó medio a medio).


¿Qué será? ¿Reconocimiento del público chileno a la raíz chileno- latinoamericana o esnobismo? ¿Castigo a la poca originalidad y constancia en el trabajo del rockero convencional nacional? ¿Simplemente algo que nos emerge desde lo más profundo de nuestros chilenos seres? ¿Es que acaso sencillamente, el rock no es algo que a los chilenos nos salga naturalmente bien? Lo cierto es que hoy, la tribuna no es para los que intentan día a día hacer suyos los sonidos de AC/DC, Pantera, Faith No More, Sonic Youth o Nirvana, sino para aquellos que han visto en la música popular, esa cumbia que ya se baila como si fuera nuestra, o esos acordes de Violeta Parra y Víctor Jara que permanentemente se tratan de reinventar, la senda de la evolución musical chilena.



Lo positivo, de todas formas, es que está reviviendo una escena, algo que habíamos perdido desde los 90, y hoy podemos identificar al “rock” chileno con algo: con canción de autor que de vez en cuando se arranca y se pega su rockeada (“Reloj” de Manuel García y “Llegaste de Flor” de Chinoy son algunos ejemplos) o bien que acepta dentro de sus filas a nombres como Angelo Pierattini (Ex Weichafe). Podemos, por otra parte, identificarlo con baile y bronces, pero a cargo de históricos del rock nacional como “El Macha” Asenjo (Ex La Floripondio y todo un marcador de tendencia), quien abrió el camino para que otras bandas originalmente rockeras hayan terminado inclinándose por fusionar sus sonidos para hacernos mover el esqueleto como Guachupé o Cholomandinga.

Historia para nada nueva, que ha tomado distintas formas en otros tiempos con otras fusiones hechas por grupos como Los Tres o Los Jaivas (cuando el Rock Chileno todavía llenaba recintos). Es esa rara esencia la que constituye nuestro rock. No sé qué nombre ponerle. A ver si a alguien se le ocurre.

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