Un instrumento es a un músico, como la pareja a un(a) celópata. Bajo esta dimensión, pareciese ser una verdadera perversión. Y quizás lo es. El punto es que un instrumento puede representar un objeto de deseo y a su vez un verdadero fetiche.
Hoy me pasé horas lustrando mi bajo, sacándole brillo, limpiándolo, clavija a clavija, tornillo a tornillo, limpié sus cuerdas, el sistema electrónico, el WD40, el lustre al bajo, la limpieza del mástil, la revisión del quinteo, la calibración...
Tuve esa sensación de que ha sido tan maltratado (lo obtuve de segunda mano), y ahora no sólo quiero quererlo, y darle el cariño que se merece, sino purificarlo... Porque a diferencia de otro tipo de relaciones, puedo hacerlo.
Le cambié las cuerdas, suena contento, feliz, y no necesariamente porque las cuerdas sean las “mejores del mercado”, tampoco porque haya gastado muchas lucas, ni energía, sino porque por fin se le quiere, por fin se le trata como merece.
Ahora sólo espero que al tocar, sienta que le hago justicia, y he ahí el desafío, que por más que se vea y se sienta impecable, lo importante es que suene impecable.
El otro día lo dejé dormir una siesta, porque estaba cansado, así que por primera vez, el muchacho pudo descansar...
PD: más adelante posts sobre músicos y el G.A.S.
Buena, nunca aprendí a tocar un instrumento pero me gustaria hacerlo, por eso valoro cuando la gente sabe tocar uno, creo que la relación entre un instrumento y su dueño debe ser muy cercana para lograr la "armonia" , en realidad es la persona quien le otorga función y vida al instrumento, sin un usuario que le de vida es solo una cosa inerte, practicamente inservible...