Este año de celebración rockera, en el que se cumplen 20
años de varios de los discos más importantes en la historia reciente del
género, era inevitable darse un paseo por Nevermind, y a consecuencia de eso,
luego toda la discografía de Nirvana. Por supuesto que a esto se suma la ola de
revisiones,o "re-ediciones re-masterizadas re-caras" y de lujo, de gran parte de ellos, probablemente
como una estrategia de salvataje comercial para los alicaídos sellos
discográficos.
Sobre el legado de Nirvana, extensas páginas se han escrito.
Sobre su aporte al cambio de la historia del rock, sobre su influencia, sobre
el suicidio de Cobain, e incluso se ha agregado una buena cuota de faranduleo
cortesía de los excesos e infinitas estupideces de Courtney Love, así es que no
pareciera ser un verdadero aporte un repaso por lo que se ha dicho hasta el
hartazgo, por lo que nos dirigiremos por otras ramas.
Nirvana fue una banda con suerte, de hecho, tuvieron la
suerte de la promoción y globalización que no disfrutaron bandas como Pixies o
Sonic Youth (inspiradores de Cobain, y del sonido de la banda). Lo bueno (y
paradójicamente lo malo al mismo tiempo), es que la explosión alternativa
lanzada por estos lados con singles como “Smells Like Teen Spirit”, generó el
corte generacional que necesitábamos los púberes y prepúberes de los 90s, del
que Cobain nunca quiso hacerse cargo, y que detonó en que acabara dándose un
balazo (según reza la versión más aceptada).
Seguramente, para aquellos que no estábamos en Nueva York
para 1976, este corte histórico, debe ser similar a lo que en tal lugar y
fecha, hicieron The Ramones, que tampoco gozaron de los privilegios que en
general disfrutan los rockstars, y el estandarte que en ello representa
Nirvana, particularmente la figura de Cobain, es básicamente el resultado
curioso (desde la lógica comercial) de componer poesía de difícil digestión,
envuelta en un marco sonoro de tono punk, mejorado con la lógica
quiet-LOUD-quiet (patentada por Pixies), y además con un look práctico y sencillo,
que prontamente se emulaba universalmente, gracias a su simpleza.
Nirvana apareció por estos lados en años de “Sábado
Taquilla”, disputándole el favoritismo a Metallica o Guns N’
Roses, pero con la gracia de no ser una banda mega-producida, sino por el
contrario, un trío cuasi-punk, de jeans rotos, poleras sucias y sweaters de
abuelo, y ésa fue una inspiración para muchos, que pudieron evitar desviarse en
la parafernalia, y al fín encontrar algo en lo que la atención se concentrara en la música, una cuestión que
durante los 80s se había perdido debajo de los trajes de látex, la laca y los
peinados escarmenados.
El despertar del sonido alternativo, del que claramente
Nirvana no es precursor, pero sí una punta de lanza, al menos en la larga y
angosta faja, permitió a muchos artistas despreocuparse de los estereotipos, a no entender
que su camino en la música tenía que ser como el de Lucho Jara, Yungue, Plaza o la Myriam los artistas del “mainstream chilensis”, sino
que podrían tener un tono propio, espacios de experimentación, etc. Tanto es
así, que se desencadenó una oleada de lanzamientos nacionales, particularmente
bajo los sellos Alerce y EMI, interesados en este “despertar” cultural de la
democracia, y la refrescante oportunidad del reverdecer musical nacional.
Nirvana trascendió su poesía y su música, trascendió a su
estilo, y permitió el desarrollo (aunque lamentablemente tuvo una temprana muerte), de un
influjo de creatividad y propuestas, del que probablemente es imposible hacer
rastreo.
Volviendo sobre Cobain, el tipo es el héroe de una
generación, pero no quiere serlo. Es un rockstar que siente asco por la idea
del rockstar. Es un sujeto frágil, que se ha vestido de violento para
defenderse del mundo, y que escribe con las vísceras sobre el papel, por lo que
no soportó más que le pidieran el single que su discográfica multinacional
propagó por el mundo. Lo que no era, es un “no estoy ni ahí”, ni un fetiche del
mercado en un escaparate, porque al revés de lo que se sindicó para la
generación que representaba, sí estuvo ahí, para hacer su banda, para hacer su
música, para verter su alma en ello, porque si no hubiese sido así, no
estaríamos acordándonos de él y preguntándonos por qué mierda tuvo que matarse
(?), por qué no seguimos disfrutando de su obra.
Cobain -el antihéroe-, sólo tenía su música, la válvula emocional, la explosión de su propio devenir, y nosotros, la causa de su angustia.
Cobain -el antihéroe-, sólo tenía su música, la válvula emocional, la explosión de su propio devenir, y nosotros, la causa de su angustia.
Ahora a la música!, acá un tracklist con mis 10 favoritas, si
no le gusta alguna... “no estoy ni ahí”.