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The Beatles y su sincretismo revolucionario

Ilustración de Roger Hoyos®

Tenían al mundo a sus pies. Todos los músicos que entraban al circuito querían ser como ellos. Eran el fenómeno pop más universal jamás conocido. Eran la superestructura de la música popular.

Desde 1966, cuando The Beatles dejó de realizar giras (básicamente porque ya no podían disfrutar hacer música en vivo por culpa de los gritos de las fans), comenzarían a ir contra del mismo ethos que forjaron por cortos pero extenuantes cuatro años para construir la leyenda y forjar una discografía de excelencia, en base ya no a una fórmula para el éxito, sino que en base a la experimentación y al encuentro con otras manifestaciones culturales que bullían en creatividad. Con este giro, los Beatles le dieron maduración y consolidación al rock como producto artístico, y -como lo describe el académico Fabio Salasa la vez lo despojan de su superficialidad temática y lo encauzan hacia una profundización en los contenidos y formas.

El contexto: mientras EE.UU. comenzaba su guerra absurda contra Vietnam, los ingleses por su parte comienzan a difundir textos más acabados y de un contenido más vivencial en sus canciones. Era la época del Rubber Soul, donde recuperaron el sentido de dirección que habían empezado a perder durante el último período de trabajo de Beatles For Sale (1964) y que, a causa del abuso de la marihuana, casi se evapora durante la era del Help!

Es en este período donde comienza a generarse el fenómeno de sincretismo (sistema filosófico que trata de conciliar doctrinas diferentes) en los Beatles, gracias a un entendimiento gradual de que no tenían porque separar su trabajo profesional de sus vidas internas (una de las marcas más profundas que les dejó su encuentro con Bob Dylan en 1964).

Se tomaron vacaciones -cosa que no ocurría desde 1962- para ocuparse justamente de situaciones más cotidianas y banales. Y también, para absorber ideas e influencias para un nuevo álbum. En esos tiempos de reencuentro y descubrimiento, los músicos de Liverpool profundizaron sus conocimientos de ciertas manifestaciones culturales que les inquietaban: George Harrison se instruía en los conocimientos en la cultura hindú (filosofía, música, religión), Paul McCartney empezaba a estudiar y comprender la música clásica con sus sonatas y sinfonías, y John Lennon exploraba su espacio interior mental con el LSD e indagaba sobre las teorías de las experiencias psicodélicas de Timothy Leary. Todas estas inquietudes se volcaron hacia la profundidad del talento tanto del grupo, como en sus composiciones individuales.

Estas conciliaciones entre los procesos de choque transculturales traerán consigo las llaves de las nuevas propuestas en sonido de la música popular de la segunda mitad del siglo XX. El cruce entre la cultura brit clásica en los Fab4 con el hinduismo, los experimentos psicodélicos alucinógenos (cabe mencionar que en Inglaterra aún no había una subcultura del “ácido” como en EE.UU.), la literatura existencialista, las ideas marxistas y anarquistas, el postmodernismo, y hasta la música docta, generarían innumerables matices tan significativos en sus contrastes como en sus similitudes, y dotarán al catálogo de los Bestles, y de la música popular, una riqueza sin parangón. Para el periodista y escritor Diego Fischerman, los Beatles fueron un “fenómeno anfibio”: mientras sus canciones seguían bailándose, pasándose por la radio y vendiendo millones de unidades, desarrollaban un nivel de sutileza y detallismo en la composición totalmente inéditos en la música pop.


La primera canción en donde se nota la mezcla y la coparticipación de formas culturales generando un resultado integral es ‘Norwegian Wood’ (1966). El primer rasgo característico es su tinte oriental, por el uso del sitar, instrumento de cuerdas de origen hindú, que Harrison ya había escuchado en la banda sonora de Help! (1965), pero que decidirá tocarlo luego de conocer el trabajo del músico Ravi Shankar. Para Lennon, era algo nuevo, pero después de escuchar y sentir los sonidos que se podían sacar (con los sentidos alterados por el LCD) quedó fascinado con el sonido raga (modos melódicos empleados en la música clásica india). En una composición en conjunto con McCartney, el resultado fue una de las mejores canciones del Rubber Soul y predilecta entre los músicos de folk. En cuanto a su letra, Lennon tomaría el espíritu de narraciones burlonas al estilo Bob Dylan.

Música y letra comenzarían a transmutar en sus específicos discursos ya para 1967. Y también lo haría su forma de mostrarse visualmente. La fórmula de Brian Epstein de uniformarlos al estilo de la nouvelle vague francesa de finales de la década del 50 sería historia. Ahora, se dejarían crecer el pelo, usarían barba, vestirían trajes de colores, o bien, la ropa que a cada uno más le gustase. En definitiva, encontraron en los postulados del pop art (del visionario Andy Warhol) el medio para construirse una imagen, un sentido para darle forma a su nuevo espíritu rebelde, algo que también se reflejaría en la preocupación estética del arte de sus álbumes.

The Beatles, cambio look 1963 y 1969

El académico Claude Chastagner sostiene que el arte de un disco es un espacio de ambigüedad y de tensión, entre aspiraciones estéticas, radicalismo crítico y apuestas comerciales. Es un espacio, ínfimo, pero con una capacidad de intriga y poder de seducción. Los Beatles, intuyéndolo o no, desde su disco Revolver fueron marcando pauta del poder y la seducción de una carátula. El caso más evidente, sin duda, es el de la portada del Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967), encargada a los artistas pop Peter Blake y Jann Haworth, y transformada en la carátula más imitada en el mundo de la música popular.

Blake y Haworth imaginaron un objeto estético, lúdico y de una extraordinaria capacidad comercial y publicitaria, donde se encuentran exhibidos con ostentación, los gustos culturales de Lennon, McCartney, Harrison y Starr, en un gesto que funda y legitima el eclecticismo iconoclasta de la cultura rock y el sincretismo entre las artes musicales y las visuales. William Burroughs, Albert Einstein, Edgar Allan Poe, Fred Astaire, Marlon Brando, Marilyn Monroe, Bob Dylan, Sigmund Freud, Karl Marx, Laurel y Hardy, Karlheinz Stockhausen, George B. Shaw, Shirley Temple, Oscar Wilde… son algunos nombres que desfilan por la carátula, todos personajes públicos de diversas ramas artísticas, culturales, académicas, de las ciencias sociales; todos, transformados en memorabilia rockera luego de este guiño.


Con los discos: Revolver (1966), Sgt. Pepper’s… (1967), Magical Mystery Tour (1967), The Beatles (1968) y Abbey Road (1969) los Beatles llegarían a un techo imposible de superar, siendo Sgt. Pepper el cenit del proceso, contextualmente. ¿Las razones? Su sincretismo es de un resultado exquisito, el primer álbum conceptual indivisible para la industria musical (que tenía la mala praxis de sacar versiones distintas a cada lado del Atlántico), salto en la calidad de producción e innovación en las técnicas de grabación, y una propuesta musical tan abrumadora que llevó a que todos los grupos de rock revisaran sus músicas y planteamientos. Hasta los mismos Rolling Stones intentarían equiparar este trabajo en su Their Satanic Majesties Request a finales de 1967.

El legado de esta discografía esencial para cualquier melómano que se jacte de tal, es que no importa el éxito obtenido, siempre hay que seguir evolucionando; no conformarse con las líneas habituales, sentir el deseo de conocer cosas distintas; tener olfato para rastrear en otras culturas distintas las herramientas para abrir caminos; hacer una reflexión cuando las fórmulas se agotan y tener el coraje para cambiarlas.


Con todo ese abanico de conocimiento, es imposible que no aumente el gozo cuando se escucha, por ejemplo, la hermosa ‘Eleanor Rigby’ con su doble cuarteto de cuerdas, que ya no es sólo un “arreglo”, sino que es algo con tal grado de esencialidad que se hace irremplazable; o no quedar reflexionando en el texto de ‘Tomorrow Never Knows’, con su contenido ideológico profundo, que subvierte su propio mensaje equivalente a la máxima hippie de “estar aquí y ahora” con las ideas vanguardistas y existencialistas que comenzaron a inquietarle a Lennon, y que volcaría de lleno en su discurso, tanto en los Beatles como en su truncada carrera solista; o quedar perplejo ante el desquiciado sonido de 'Helter Skelter', con McCartney dando rienda suelta a su mejor faceta de guitarrista poderoso y arreglador de cosas enormes. 

Este tipo de trabajo es el más claro ejemplo de lo constitutivo e importante que fue la música para los Beatles una vez que absorbieron la característica abstracta, pero real, que distingue a las obras más representativas del arte a través del sincretismo. Le dieron valor a lo estético como un resultado artístico superior, por sobre otros vicios del mundo musical (como el business). Y fueron los primeros en el siempre complejo universo del rock. Otra vez.

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