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¿A cuántos músicos conoces?

Estamos viviendo años de vorágine tecnológica y de comunicación inmediata. De acceso y exceso de información. Un fenómeno que ha influido en la música desde distintas aristas, desde la industria hasta la definición de nuestros gustos.


Estaba leyendo hace un rato que la gente hoy en día conoce menos artistas que hace veinte años. ¡¿Cómo?!

En la pasada cumbre de música y tecnología SF Music Tech, en San Francisco, Gracenote y Live Nation afirmaron estar convencidos de que el consumo de música ha reducido considerablemente con respecto a décadas pasadas. 

Live Nation, cuyo negocio son las grandes giras, los grandes conciertos y el circuito de espacios donde se realizan en en Estados Unidos, afirmó que a pesar del múltiple acceso a música y de la gran oferta producida por la revolución de la distribución, la gente no oye más música que antes. 

Por su parte, Gracenote, cuyo negocio es identificar cada canción que se traduce al formato mp3 para su respectivo registro en internet, fue más allá durante la conferencia, asegurando que hoy en día el ciudadano promedio conoce entre 10 y 20 artistas (Fuente: DMN), a diferencia de hace veinte años, cuando el ciudadano común aseguraba conocer 40 artistas o más. 

Y estamos hablando de gente que se la pasa horas y días enteros viendo a través de computadoras cómo estamos oyendo música. No creo que haya mucha necesidad de mentir. 

Pero, ¿a qué se refiere el CTO (jefe de tecnologías) de Gracenote, Ty Roberts, con “conocer”? 

La proliferación de plataformas de distribución tiene la culpa de la falta de atención de los fanáticos de música en la actualidad. La desconexión de la audiencia con un compromiso a largo plazo con el artista se debe a la misma oferta masiva de artistas.

Los nuevos tiempos: Poser Analytics (Ilustración: Eduardo Salles)

El artista consagrado -el rockstar inalcanzable-, dejó de existir. Con la cercanía y la interacción de las redes, se acabaron los anticipos, las grandes giras, los espectáculos multitudinarios, el estrellato como tal (salvo particulares excepciones del pasado). 

Los músicos son cada vez más seres humanos y menos superestrellas. Las diferencias entre un amigo y un artista son pocas cuando el acceso al artista se hace de la misma forma de la que se accede a la información constante publicada por los amigos en Facebook y las actualizaciones en Twitter. 

Y conocer a ese artista cada vez se hace una tarea más paisajística; antes coleccionábamos discos. Aprendíamos cada una de sus letras. Conocíamos sus productores, quién tomó la foto de la carátula. Teníamos colecciones enteras. Nos aprendíamos repertorios enteros. 

Hoy en día vamos a YouTube, Soundcloud, Spotify, Deezer, Grooveshark, etc. Hacemos click y oímos antes de que nos vibre alguna notificación en el celular, alguna foto en Instagram quizá, algún mensaje en WhatsApp. 

Nuestra cercanía al artista está dictada por la inmediatez de sus canales, no por la longevidad de nuestras relaciones con ellos. 

No tenemos cómo establecer vínculos profundos con él, pues cada vez se parece más a nosotros, y cada vez somos nosotros más las estrellas que la música misma. 

Los viejos tiempos: La beatlemania en EE.UU: John, Paul, George y Ringo en el Shea Stadium (1965)

Por eso, en esta era de la velocidad y del Harlem Shake, lo que se haga musicalmente hablando no necesariamente debe aspirar a la masividad de Michael Jackson, Rolling Stones o en el caso de Argentina, los Redondos

La música debe continuar inspirando al oyente, las canciones deben hacerse y publicarse con la misma velocidad con la que un usuario olvida a su artista favorito, con el fin de alcanzar en instantes, con canciones, momentos diferenciales, sonidos inigualables, cosas que detengan el tiempo, canciones que signifiquen algo más que un simple deseo de brincar al estrellato, de hacerse famoso, pues la fama ya no existe, o por lo menos, no aquella de la que gozaron los grandes artistas antes de la era digital 2.0.. 

Sólo quedan las canciones.

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