Hace unas semanas, tuve la oportunidad de conversar con una banda amiga en su sala de ensayo, donde preparaban, luego de un par de años de inactividad, su vuelta a los escenarios. Hablamos de varias cosas. Les confieso que a veces es difícil hablar con músicos. Supongo que es porque no soy uno. Les brillan distintos los ojos cuando hablan de música y exponen su visión. No necesariamente la más precisa, según mi punto de vista, claro, pero son unos apostadores (como los buenos emprendedores). Hablamos de la escena musical chilena -cómo no hablar de ella-, independientemente de que nos interese o no, es de lo que se habla en este oficio de la crítica cada mes. Quién sube, quién baja. A quién le va bien, a quién no.
De alguna forma, esa conversación volvió a hacerme entrar en razón, por accidente, de las estadísticas y los contenidos de este flanco del mundo musical que son los medios, al que pertenecemos. De forma muy orgánica, fui pensando en la forma en la que pasamos en +R, en ya casi tres años, de ser un blog que se actualizaba cuando cada cual podía, con esporádicas visitas de amigos; a tener un formato de actualización mensual, con artículos inéditos y de buena factura que son visitados y leídos por una no despreciable cantidad de navegantes en la red. Podría estar orgulloso. Supongo que, sumando y restando, aún lo estoy. Y es que es inevitable caer en la trampa de sentirse ganador, luego de los buenos comentarios de los que están adentro, las adulaciones de unos cuantos, la gente que quería participar del proyecto, etc. Durante varios meses tuve la frente en alto, creyendo que éramos los únicos que estábamos innovando y haciendo las cosas “bien”.
Pero la verdad no es esa. Si uno va a los números, las estadísticas, y hacemos el ejercicio de comparación (el mismo que hacemos con la música que escuchamos), nota que medios nuevos como Melódica Magazine, con sólo seis meses de existencia, está avanzando a pasos agigantados para estar dentro del circuito de revistas online. Qué decir de los amigos de Nación Rock, que poco a poco se están metiendo a la pelea de verdad de los mass media. ¿Cómo pasó eso? No es una coincidencia. Uno nota el trabajo desde las trincheras de la independencia y la autogestión, que es donde todo cuesta el triple.
Tampoco es coincidencia que los mismos de siempre nos coqueteen con otra plataforma para obtener público y ubiquen a un nuevo medio musical dentro del perímetro del triunfo. Sólo así me explico el auge del recién estrenado sitio Mutis, y el espaldarazo masivo de la prensa especializada (medios y periodistas). Al fin y al cabo, son los mismos quienes laburan en los grandes medios de rock en nuestro país (Radio Futuro, Rockaxis, etc.) y poseen ese envidiable posicionamiento. Al fin y al cabo, tengo la corazonada, son ellos quienes necesitan empujar agendas y valorizar la marca. Hacerla “más cara” a los ojos de sus dueños. Y del público. Impulsados, tal vez, por un espíritu mesiánico de querer ser y sentirse “referentes” (quién no). Eso entiendo de esta frase al menos: “desde hoy, la fiesta la animamos nosotros”.
Dirán que soy resentido, un (mal) perdedor, que no tengo idea. Pero la verdad, el único sentimiento que me impulsa a escribir esto es la pasión de escribir de música, oficio suficientemente noble para dedicarle la vida. Entonces, cuando uno ve lo que pasa a su alrededor con eso que amas, es imposible no sentirse vulnerable. O no opinar desde las entrañas. Es como lo que expresa Simon Reynolds en la introducción de su libro Después Del Rock (2010):
...Estos críticos se conducían como si estuvieran fundando la ley del mundo del rock (…) tipos que pensaban que sólo ellos tenían las pelotas para percibir y dictar el camino correcto que la música debía seguir. Actuaban como si tuvieran mucho poder, y en realidad también daban la impresión de tenerlo, al menos en tanto influenciaban bandas y creaban un clima de sensibilidad en el cual ciertas ideas, valores, actitudes o sonidos se volvían ‘sexies’.
Confieso: estos pensamientos me dan un poco de risa por un instante, porque mi corazón (demasiado romántico a la ideología) se quedó boquiabierto ante esta conclusión maquiavélica. Y a su vez, aterrizo en el trabajo que realizamos, y pienso: no estamos haciendo nada. No estamos cambiando mentes. No estamos ganando lectores. Nada de eso es cierto. Tratamos de ser parte de un gran plan, y gozamos ilusamente de ese coqueteo.
Trato de pensar cómo abordar el desafío que nos rodea. Cómo atacar desde la defensa. Cómo unir fuerzas. Pero es bien difícil hacerlo. Respondemos a intereses que no son los nuestros, pero por ellos “comemos”. Amamos el oficio pero debemos feriarlo. Se nos olvida que es un juego. Se nos olvida que no es quién gana, sino el que mejor juega. Obviamente en el juego, como Marcelo Bielsa en el fútbol, queremos ganar. Pero el Profe Bielsa quiere JUGAR primero. A él no se le ha olvidado eso, por eso sus jugadores ven una pelota y se lanzan como niños, porque Bielsa no ha sucumbido a las presiones del negocio, él sólo ve el siguiente partido. Y con base en él, vive otro día.
Y es ahí donde me acuerdo de su última conferencia en Chile. Esa de dos horas. Ese seminario motivacional donde habló de cuando aceptó el desafío de dirigir nuestra selección:
…Despertó mi vocación, puso en juego no solamente los aspectos que tienen que ver con la profesión, puso en juego los aspectos que tienen que ver con la vocación, que uno lo hace aunque no sea necesario, aunque no sea exigible, porque produce felicidad (…) Rescatar el amor por la tarea, ya no la tarea por el éxito, ya no la tarea por el reconocimiento, ya no la tarea por el honorario, (sino) la tarea por el afecto, la tarea por la vocación.
Es difícil estar en un medio y jugar el juego e intentar hacer “negocios” con él también. No todos tenemos ese cuero. Es difícil liderar al equipo y hacer que vea lo que tú ves cuando los ves a ellos. Es difícil contagiarlos. Es difícil levantarse y tener la pasión (a la vocación) puesta cuando sabes todo esto. Escribir de las mismas canciones, como tender una misma cama soñando con que algún día pongas un cobertor nuevo. Cuando la pasión falla, juega el instinto en el juego. La supervivencia, la familia, los hijos, el mercado, el arriendo. Las ataduras del mundo vinculadas al esfuerzo que premia lo que no premia el talento. Sólo aquellos que soportan esa rutina, el sacrificio del juego, pueden sudarlo con el placer de un cotejo. Sólo los que esperan, con la disciplina y la constancia, poniendo el esfuerzo por encima del talento se quedan con el trofeo.
Finalmente, hace unos días fui al show de la banda amiga, a quienes también les toca jodido lidiar un juego con las mismas reglas, con toda la mierda, con toda la burocracia masiva de los medios masivos. Y lo hicieron con una sonrisa desde que me senté en mi butaca, y uno siente esas cosas. Y se emociona. El trabajo colectivo, el estar en una sala a la mitad de su capacidad pero disfrutando la tocata como si fuera la primera en su vida, me hizo sentir más tranquilo. Todos estamos en las mismas. Algunos más apasionados que otros. Otros más calculadores que uno. Y pensé: no hay que perder la pasión como ese sentimiento entregado, no concluido. Mientras sintamos pasión, no seremos capaces de dominar el sentimiento, el movimiento del alma que acompaña la percepción de los sentidos.
Espero no perder la pasión. Y espero que la pasión acompañe siempre en lo que sea al que lea este texto. Que la pasión esté con ustedes. La pasión de padecer, de sufrir a ratos, pero de gozarse este oficio y/o hobby (según dependa el caso). De hacer como hace Bielsa: mantener vivo el juego.
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